Domingo XVI Tiempo Ordinario Ciclo C
Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas
+Santo Evangelio
Evangelio según San Lucas 10, 38-42
En aquel tiempo, entró Jesús en un pueblo, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa.
Ésta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra.
En cambio, Marta estaba atareada con todo el servicio de la casa; hasta que se paró y dijo:
— «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me ayude».
Pero el Señor le contestó:
— «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la mejor parte, y no se la quitarán».
«Decídanse seriamente a dedicarle tiempo a Dios…»
La persona humana debe empeñarse en las ocupaciones domésticas y profesionales; pero ante todo tiene necesidad de Dios…
Mensaje, 25 de octubre de 1989
“¡Queridos hijos! Hoy también los invito a la oración. Yo siempre los estoy invitando, pero ustedes aún están muy lejos. Por eso, a partir de hoy, decídanse seriamente a dedicarle tiempo a Dios. Yo estoy con ustedes y deseo ensearles a orar con el corazón. En la oración con el corazón ustedes encontrarán a Dios. Por eso, hijitos, oren, oren, oren! Gracias por haber respondido a mi llamado!”
Elegir juntos la parte mejor, que es y será siempre nuestro mayor bien…
BENEDICTO XVI, ÁNGELUS, Palacio Apostólico de Castelgandolfo, Domingo 18 de julio de 2010
Momento favorable para dar el primer lugar a lo que efectivamente es más importante en la vida, o sea, la escucha de la Palabra del Señor. Así lo recuerda también el Evangelio de este domingo, con el célebre episodio de la visita de Jesús a casa de Marta y María, narrado por san Lucas (10, 38-42). Marta y María son dos hermanas; tienen también un hermano, Lázaro, quien en este caso no aparece. Jesús pasa por su pueblo y —dice el texto— Marta le recibió (cf. 10, 38). Este detalle da a entender que, de las dos, Marta es la mayor, quien gobierna la casa. De hecho, después de que Jesús entró, María se sentó a sus pies a escucharle, mientras Marta está completamente ocupada en muchos servicios, debidos ciertamente al Huésped excepcional.
Nos parece ver la escena: una hermana se mueve atareada y la otra como arrebatada por la presencia del Maestro y sus palabras. Poco después, Marta, evidentemente molesta, ya no aguanta y protesta, sintiéndose incluso con el derecho de criticar a Jesús: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude». Marta quería incluso dar lecciones al Maestro. En cambio Jesús, con gran calma, responde: «Marta, Marta —y este nombre repetido expresa el afecto—, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada» (Lc 10, 41-42). La palabra de Cristo es clarísima: ningún desprecio por la vida activa, ni mucho menos por la generosa hospitalidad; sino una llamada clara al hecho de que lo único verdaderamente necesario es otra cosa: escuchar la Palabra del Señor; y el Señor en aquel momento está allí, ¡presente en la Persona de Jesús! Todo lo demás pasará y se nos quitará, pero la Palabra de Dios es eterna y da sentido a nuestra actividad cotidiana.
La persona humana debe trabajar, sí; empeñarse en las ocupaciones domésticas y profesionales; pero ante todo tiene necesidad de Dios, que es luz interior de amor y de verdad. Sin amor, hasta las actividades más importantes pierden valor y no dan alegría. Sin un significado profundo, toda nuestra acción se reduce a activismo estéril y desordenado. Y ¿quién nos da el amor y la verdad sino Jesucristo? Por eso aprendamos, hermanos, a ayudarnos los unos a los otros, a colaborar, pero antes aún a elegir juntos la parte mejor, que es y será siempre nuestro mayor bien.
Evangelio según San Juan
20.Cuando Marta supo que había venido Jesús, le salió al encuentro, mientras María permanecía en casa. 21.Dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. 22.Pero aun ahora yo sé que cuanto pidas a Dios, Dios te lo concederá.» 23.Le dice Jesús: «Tu hermano resucitará.» 24.Le respondió Marta: «Ya sé que resucitará en la resurrección, el último día.» 25.Jesús le respondió: «Yo soy la resurrección El que cree en mí, aunque muera, vivirá; 26.y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?» 27.Le dice ella: «Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo.» 28.Dicho esto, fue a llamar a su hermana María y le dijo al oído: «El Maestro está ahí y te llama.» 29.Ella, en cuanto lo oyó, se levantó rapidamente, y se fue donde él. 30.Jesús todavía no había llegado al pueblo; sino que seguía en el lugar donde Marta lo había encontrado. 31.Los judíos que estaban con María en casa consolándola, al ver que se levantaba rápidamente y salía, la siguieron pensando que iba al sepulcro para llorar allí. 32.Cuando María llegó donde estaba Jesús, al verle, cayó a sus pies y le dijo: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.» 33.Viéndola llorar Jesús y que también lloraban los judíos que la acompañaban, se conmovió interiormente, se turbó 34.y dijo: «¿Dónde lo habéis puesto?» Le responden: «Señor, ven y lo verás.» 35.Jesús se echó a llorar. 36.Los judíos entonces decían: «Mirad cómo le quería.» 37.Pero algunos de ellos dijeron: «Este, que abrió los ojos del ciego, ¿no podía haber hecho que éste no muriera?» 38.Entonces Jesús se conmovió de nuevo en su interior y fue al sepulcro. Era una cueva, y tenía puesta encima una piedra. 39.Dice Jesús: «Quitad la piedra.» Le responde Marta, la hermana del muerto: «Señor, ya huele; es el cuarto día.» 40.Le dice Jesús: «¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?» 41.Quitaron, pues, la piedra. Entonces Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: «Padre, te doy gracias por haberme escuchado. 42.Ya sabía yo que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho por estos que me rodean, para que crean que tú me has enviado.» 43.Dicho esto, gritó con fuerte voz: «¡Lázaro, sal fuera!» 44.Y salió el muerto, atado de pies y manos con vendas y envuelto el rostro en un sudario. Jesús les dice: «Desatadlo y dejadle andar.»"
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