Taller Grupo de Oración. Tema 1







TALLER GRUPO DE ORACIÓN


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La Gospa nos llama a vivir en Comunión con Dios Uno y Trino por los caminos de la gracia, de la caridad y la Bienaventuranza.


San Pablo describe continuamente el supremo manantial trinitario, cuando con frecuencia saluda y evoca a los cristianos el don sublime de la redención, diciendo: «La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén con todos vosotros» (2 Co 13, 13). Estas palabras -explica Benedicto XVI-, que probablemente constituyen un eco del culto de la Iglesia naciente, ponen de relieve que el don gratuito del amor del Padre en Jesucristo se realiza y se expresa en la comunión llevada a cabo por el Espíritu Santo. Esta interpretación, basada en el estrecho paralelismo que establece el texto entre los tres genitivos («la gracia de nuestro Señor Jesucristo… el amor de Dios… y la comunión del Espíritu Santo»), presenta la «comunión» como don específico del Espíritu, fruto del amor donado por Dios Padre y de la gracia ofrecida por nuestro Señor Jesucristo. (Audiencia 29 de marzo de 2006)







La idea de la comunión como participación en la vida trinitaria está iluminada con particular intensidad en el evangelio de san Juan, donde la comunión de amor que une al Hijo con el Padre y con los hombres es, al mismo tiempo, el modelo y el manantial de la comunión fraterna, que debe unir a los discípulos entre sí: «Amaos los unos a los otros, como yo os he amado» (Jn 15, 12; cf. 13, 34). «Que sean uno como nosotros somos uno» (Jn 17, 21. 22). Así pues, comunión de los hombres con el Dios Trinitario y comunión de los hombres entre sí.


Esa ha sido la invitación constante de la Reina de la Paz, cuando con frecuencia nos exhorta a conocer, vivir y anunciar el “Amor de Dios”:


“¡Queridos hijos! También hoy los invito a vivir y a seguir con particular amor todos los mensajes que Yo les doy. Queridos hijos, Dios no quiere que ustedes sean tibios e indecisos, sino que se abandonen totalmente a El. Ustedes saben que Yo los amo y que ardo de amor por ustedes. Por tanto, queridos hijos, decídanse por el amor para que también ustedes sean inflamados y puedan conocer cada día el amor de Dios. Queridos hijos, decídanse por el amor, para que el amor reine en todos ustedes, pero no el amor humano, sino el amor divino. Gracias por haber respondido a mi llamado! ” (Mensaje, 20 de noviembre de 1986)








Dice el Padre Slavko Barbaric: “Todo pecado deforma a la persona y al mismo tiempo la destruye. Por eso, muchas relaciones en las familias y en el mundo están tan heridas, dañadas e incluso completamente destruidas. Es ahí donde necesitamos cambiar — cambiar de convicciones, cambiar de actitudes hacia la oración, hacia la Misa y la Confesión. Todos necesitamos cambios ahí donde el amor no es fuerte, donde se ha perdido la esperanza y donde ya no existe fe. Se trata simplemente de un llamado a que tengamos el valor de decir ‘sí´ y abramos nuestros corazones a Dios y El, por medio de su Santo Espíritu, nos cambiará y seremos más semejantes a Dios. Esta es la voluntad de Dios porque, como dice el relato de la creación, “el hombre fue creado a imagen de Dios”. Y al hombre le han sido dados los dones para poder crecer en esa imagen de Dios. Cuando fuimos creados, nos fue dada la libertad y la habilidad para amar, para creer y esperar. Jesús, el nuevo Hombre, nos ayudará también a ser hombres nuevos y experimentar Su amor es la condición que necesitamos para este camino nuevo y decisivo con María a Jesús.” (Comentario a los Mensajes)



En el tiempo de la peregrinación terrena, el discípulo, mediante la comunión con el Hijo, ya puede participar de la vida divina de Él y del Padre. «Nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo» (1 Jn 1, 3). Esta vida de comunión con Dios y entre nosotros es la finalidad propia del anuncio del Evangelio, la finalidad de la conversión al cristianismo: «Lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos, para que también vosotros estéis en comunión con nosotros» (1 Jn 1, 3).



Y es vida divina, porque el Espíritu Santo que habita en la Iglesia, como cuerpo que es de Cristo, haciendo de ella el templo de Dios entre los hombres (1 Cor 3,10-17), también habita en cada uno de los bautizados que pertenecen en la gracia de Dios, constituyéndolos personalmente «templos del Espí­ritu Santo» (1 Cor 6,15.19; 12,27). Y ambos aspectos de la inhabitación, el comunitario y el personal, van necesariamente unidos. No se puede ser cristiano sino en cuanto piedra viva del Templo de la Iglesia.



Jesucristo, «el Señor es Espí­ritu» (2 Cor 3,17), y unido al Padre y al Espí­ritu Santo es para los hombres «Espí­ritu vivificante» (1 Cor 15,45). Él habita en nosotros, y nosotros nos vamos configurando a su imagen «a medida que obra en nosotros el Espí­ritu del Señor» (Gál 4,6).



“¡Queridos hijos! Hoy los invito para que se preparen a la venida del Espíritu Santo, a través de la oración y el sacrificio. Hijitos, este es un tiempo de gracia y por eso, los invito nuevamente para que se decidan por Dios Creador. Permítanle que los cambie y los transforme. Que vuestro corazón esté preparado a escuchar y vivir todo lo que el Espíritu Santo tiene en su plan para cada uno de vosotros. Hijitos, permitan al Espíritu Santo conducirlos por el camino de la verdad y la salvación a la vida eterna. Gracias por haber respondido a mi llamado! ” (Mensaje, 25 de mayo de 1998)



San Agustín exclamaba: «¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y tú estabas dentro de mí­ y yo fuera, y por fuera te buscaba. Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. Me retení­an lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no tendrí­an ser» (X,27,38). «Tú estabas dentro de mí­, más interior a mí­ que lo más í­ntimo mí­o y más elevado que lo más alto mí­o (interior intimo meo et superior summo meo)» (Confesiones III,6,11).









Fruto de su Retiro Espiritual, Santa Isabel de la Trinidad compuso la conocida oración “laude Gloriae” que comienza diciendo: “Oh mis Tres, mi Todo, mi Bienaventuranza, Soledad infinita, Inmensidad en que me pierdo, me entrego a Vos como una presa. Sumergíos en mí para que yo me sumerja en Vos”.




Y San Juan Bautista Lasalle nos convoca a la adoración: “Adorad este sagrado misterio, de todo punto inasequible a los sentidos y aun a la misma razón; los ángeles y santos lo reverencian sin haber conseguido penetrarlo jamás. Daos por satisfechos vosotros con venerarlo unidos a ellos; y, anonadados de corazón y de espíritu ante él, confesad de plano que todo cuanto podéis decir y pensar es que hay un solo Dios en tres personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo.Ved ahí el objeto de la más profunda veneración de la Iglesia tanto en la tierra como en el cielo.”



Esta ha sido la voluntad del Padre, por la que Cristo dió su vida y nos concedió su Espíritu. Nada más grande pasará en nuestras vidas. No hay conocimiento, bien y realidad superior a ésta. Y solo hay una criatura humana que la vive y posee de modo sublime, como ninguna otra criatura en la tierra y en el cielo. Así lo dice la Escritura, cuando el Ángel la proclama “llena de gracia” (Lc. 1, 28). De esa plenitud del don del Señor están inundadas las palabras de la Gospa, y en cada uno sus mensajes, se nos hace dulcemente tangible el Amor de Dios en su Corazón Materno que quiere educarnos:



“Queridos hijos, os amo con amor materno, y con paciencia maternal espero vuestro amor y vuestra unidad. Oro, para que seáis la comunidad de los hijos de Dios, de mis hijos. Oro, para que como comunidad os vivifiquéis gozosamente en la fe y en el amor de Mi Hijo. Hijos míos, os reúno como mis apóstoles y os enseño cómo dar a conocer a los demás el amor de mi Hijo, cómo llevar a ellos la Buena Nueva, que es mi Hijo. Entregadme vuestros corazones abiertos y purificados y yo los llenaré de amor hacia mi Hijo. Su amor dará sentido a vuestra vida y yo caminaré con vosotros. Estaré con vosotros hasta el encuentro con el Padre Celestial. Hijos míos, se salvarán solo aquellos que con amor y fe caminan hacia el Padre Celestial. ¡No tengáis miedo, estoy con vosotros! Tened confianza en vuestros pastores, como la tuvo mi Hijo cuando los eligió, y orad para que ellos tengan fuerza y amor para guiaros. ¡Os doy las gracias! ” (Mensaje, 2 de octubre de 2013)









1.-  Invocación al Espíritu Santo.



 El Espíritu Santo es quien nos guía siempre en el camino de la Santidad. San Pablo nos explica que no puede haber autentica oración sin la presencia del Espíritu en nosotros. En efecto, escribe: 



“El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque no sabemos orar como es debido; pero el Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables…” (Rm 8, 26-27) 




“Lo más importante es orar al Espíritu Santo para que descienda sobre vosotros. Cuando uno lo posee lo tiene todo. La gente se equivoca al invocar solamente a los Santos cuando piden algo” (Mensaje del 21 de octubre de 1983).








2.- Purificación del corazón: Perdón y arrepentimiento. 



a.-La participación debe ser espontánea y voluntaria.


b.- Presentemos todos los problemas y dificultades que sintamos en esos momentos y que nos impiden entrar en oración.


c.- Entreguemos al Señor nuestro desánimo o nuestra aridez espiritual y todo nuestro cansancio físico o mental. 


d.- Pidamos al Señor nos ilumine para abrirle completamente nuestros corazones.


"Queridos hijos, hoy también deseo mostraros cuánto os amo. Pero me duele no poder ayudaros a cada uno a comprender mi amor. Por lo tanto, queridos hijos, os invito a la oración y al abandono total a Dios, porque Satanás quiere alejaros de Dios por medio de las cosas de todos los días y tomar el primer lugar en vuestras vidas. Por eso, queridos hijos, orad continuamente. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!" (Mensaje del 16 de octubre de 1986).










3.- Oración con el corazón: Adoración, Alabanza, Gracias: 



Oración espontánea y voluntaria de Adoración, Alabanza y Acción de Gracias. 


Con nuestros corazones abiertos, expresemos a nuestro Dios nuestro amor por Él y lo que Él representa para nosotros. En este momento podemos aprovechar para darle gracias por todos los favores recibidos.



"¡Queridos hijos! Hoy os invito a todos a regocijaros continuamente por la vida que Dios os concede. Mis queridos hijos, regocijaos en Dios el Creador, porque Él os ha creado de manera tan maravillosa. Orad para que vuestras vidas estén llenas de una gozosa acción de gracias que brote desde vuestro corazón, como un río de alegría. Mis queridos hijos, dad incesantemente gracias a Dios por todo lo que poseemos, por cada pequeño don que Dios os ha concedido. De esa forma, la bendición gozosa de Dios descenderá siempre sobre vuestras vidas. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!" (Mensaje del 25 de agosto de 1988).








4.- Oracion de Petición: Santo Rosario meditado (abierto a la oración de petición y de intercesión). 




Oración de Petición: fruto del don recibido de las manos de la Gospa, del amor de Dios por cada uno de nosotros y por la llamada que nos hizo el Señor a los que estan cansados y agobiados. María Santísima nos invita a dejarlo todo en las manos del Señor. Nos desprendemos de todo,  no solo de lo que nos preocupa, sino de toda la vida, sabiendo que quien cuido tan bien del mismo Dios, cuidará como nadie de nosotros, y que el Señor transformara el agua de la incertidumbre en el vino de la alegría y la confianza, por la súplica de la Reina de la Paz.




Oración de Contemplación:  En los brazos de María, contemplamos el amor de Dios manifestado en sus misterios, en sus gestos, en sus palabras y en todo lo que nos dió a conocer en sus misiones y de su vida gloriosa.


El Rosario, precisamente a partir de la experiencia de María, es una oración marcadamente contemplativa. Sin esta dimensión se desnaturalizaría. Como subrayó San Pablo VI, sin contemplación, el Rosario es un cuerpo sin alma y su rezo corre el peligro de convertirse en mecánica repetición de fórmulas y de contradecir la advertencia de Jesús:


 “Cuando oréis, no seáis charlatanes como los paganos, que creen ser escuchados en virtud a su locuacidad” (Mt 6,7).



Por su naturaleza, el rezo del Rosario exige un ritmo tranquilo y un reflexivo remanso que favorezca, en quien ora, la meditación de los misterios de la vida del Señor, vistos a través del corazón de Aquella que estuvo más cerca del Señor, y que desvelen su insondable riqueza. El Rosario es a la vez meditación y súplica. 


La plegaria insistente a la Madre de Dios se apoya en la confianza de que su materna intercesión lo puede todo ante el corazón de su Hijo. 


"¡Queridos hijos! Hoy os invito a comenzar a rezar el Rosario con una Fe viva, así podré ayudaros. Vosotros, queridos hijos, deseáis recibir gracias pero no oráis. Yo no puedo ayudaros porque vosotros no decidís actuar. Queridos hijos, os invito a rezar el Rosario de tal manera, que se convierta para vosotros en un compromiso que estéis dispuestos a cumplir con alegría. Así podréis comprender por qué estoy desde hace tanto tiempo con vosotros. Yo deseo enseñaros a orar. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!" (Mensaje del 12 de junio de 1986).









5.-  Lectura del Mensaje del mes de Nuestra Madre María.


 Se lee el mensaje del mes, preferentemente el último o el del mes anterior, y después se hace una reflexión comunitaria, donde cada miembro voluntariamente puede compartir lo que le inspira o suscita el mensaje, o una parte de él que lo haya conmovido especialmente.


"¡Queridos hijos! Hoy os bendigo de una manera especial con mi bendición maternal e intercedo ante Dios por vosotros, para que Él os conceda el regalo de la conversión del corazón. Desde hace años, Yo os llamo y os exhorto a una vida espiritual profunda y a la simplicidad, pero vosotros sois tan fríos. Por eso, queridos hijitos, tomad en serio los mensajes y vividlos, para que vuestra alma no se entristezca cuando Yo no esté ya más con vosotros y cuando ya no os guíe como a niños indecisos en vuestros primeros pasos. Por eso, queridos hijos, leed cada día los mensajes que Yo os he dado y transformadlos en vida. Yo os amo y por eso os invito a todos al camino de la salvación con Dios. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!" (Mensaje del 25 de diciembre de 1989).









6.-  Lectura del Santo Evangelio. Se lee la lectura del domingo siguiente...


 Para prepararse durante el resto de la semana para la Pascua dominical que viene, se lee el Evangelio que corresponde al Domingo, pero también puede escogerse la lectura del día.


 Se puede hacer una reflexión comunitaria, en la que cada miembro voluntariamente comparte lo que le inspira el Santo Evangelio.


"¡Queridos hijos! Quiero que vosotros entendáis que Yo soy vuestra Madre, que Yo quiero ayudaros y llamaros a la oración. Solo por medio de la oración vosotros podéis entender y aceptar mis mensajes y ponerlos en práctica en vuestras vidas. Leed la Sagrada Escritura, vividla y orad para entender los signos de los tiempos. Estos son tiempos especiales. Por eso, Yo estoy con vosotros para atraeros a mi Corazón y al Corazón de mi Hijo Jesús. Queridos hijos, Yo quiero que vosotros seáis hijos de la luz y no de la oscuridad. Por tanto, vivid lo que Yo os estoy diciendo. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!" (Mensaje del 25 de agosto de 1993).








Oración Final. Podemos hacer una oración final o canto a la Virgen. También podemos hacer la consagración a María Santísima o al Sagrado Corazón de Jesús.


















Atentamente en Jesús, María y José…Padre Patricio Javier








 

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