Oraciones de San Juan de la Cruz


 

Himno  al Espíritu Santo



¡Oh llama de amor viva,

que tiernamente hieres

de mi alma en el más profundo centro!;

pues ya no eres esquiva,

acaba ya, si quieres;

rompe la tela de este dulce encuentro.


¡Oh cauterio suave!

¡Oh regalada llaga!

¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado!,

que a vida eterna sabe

y toda deuda paga;

matando, muerte en vida la has trocado.


¡Oh lámparas de fuego,

en cuyos resplandores

las profundas cavernas del sentido,

que estaba oscuro y ciego,

con extraños primores,

calor y luz dan junto a su Querido!


¡Cuán manso y amoroso

recuerdas en mi seno,

donde secretamente solo moras,

y en tu aspirar sabroso de bien y gloria lleno,

cuán delicadamente me enamoras!





Concédeme el deseo de imitarte


Concédeme o Cristo

un constante deseo de imitarte

en todas mis acciones.

Ilumina mi espíritu, para que contemplando tu ejemplo,

aprenda a vivir como tú has vivido.

Ayúdame, Señor, a renunciar

a todo lo que no es plenamente

a honor y gloria de Dios.

Y esto por amor tuyo Jesús,

que en la vida querías hacer en todo

la voluntad del Padre.

Oh Señor, haz que yo te sirva

con amor puro y entero,

sin esperar en cambio

éxitos o felicidad.

Que yo te sirva y te ame, oh Jesús,

sin ningún otro propósito

que tu honor y tu gloria.

Amén





Ayúdame a llevar mis cruces


Vuestro emblema fue siempre padecer y ser despreciado.

¡Oh, si pudiese yo al menos resignarme en mis tribulaciones,

ya que no soy tan generoso como tú en el padecer y ser despreciado!

A ti, pues, que en tantos sufrimientos fuisteis siempre paciente,

resignado y gozoso, a ti me encomiendo

para que me enseñéis a resignarme en mis muchas penas.

Tampoco me faltan fuertes pesares y pesadas cruces,

y muy a menudo cansado y desalentado me quedo…,

me abato…, y caigo. Ten compasión de mí,

y ayúdame a llevar con resignación y gozo mis cruces,

con la mirada siempre vuelta al cielo.

Os tomo por protector mío, por mi maestro y mi guía aquí en la tierra,

para ser vuestro compañero en la patria del Paraíso.





Tú encuentras a quien te desea


¡Oh, Señor Dios mío!,

¿quién te buscará con amor

puro y sencillo

que te deje de hallar

muy a su gusto y voluntad,

pues que tú te muestras primero

y sales al encuentro a los que te desean?





En Ti mi alma no se desperdicia


¡Oh, cuán dulce será a mí la presencia tuya, que eres sumo bien!

Allegarme he yo con silencio a ti y descubrirte he los pies

porque tengas por bien de me juntar contigo en matrimonio a mí,

y no holgaré hasta que me goce en tus brazos

Y ahora te ruego, Señor, que no me dejes en ningún momento en mi recogimiento,

porque soy desperdiciadora de mi alma.



Comentarios